Ser luciérnagas

•agosto 3, 2022 • Deja un comentario

Estimadas amigas y amigos. Aquellas y aquellos que nos dedicamos a la educación social, que ponemos los que sabemos y somos en función de otras personas que están en situación de vulnerabilidad o en riesgo o ni siquiera saben lo que eso significa.


Tenemos muchas cosas que tener en cuenta, no somos solo «ayuda», somos mucho más o deberíamos aspirar a ser mucho más. Debemos saber denunciar esas situaciones de vulnerabilidad o posibles situaciones que puedan darse.


Pero hoy, estoy en modo reflexión y así pensando en muchas ocasiones no podemos hacer mucho más de lo que nos gustaría hacer. Y me venía la imagen de las luciérnagas que iluminan la noche (ya sabemos para qué, pero ahora no es la idea). Como profesionales de la educación social tenemos que iluminar para que nos encuentren, la educación social es necesaria y hemos de descubrirnos necesarias y necesarios. Necesarios para iluminar tantas situaciones de vulnerabilidad, para que muchas personas que no son capaces de descubrir esas situaciones o que directamente las ocultan. Iluminar para denunciar, para enseñara tantas situaciones de injusticia que suceden en nuestros lugares de trabajo, es cierto que en ocasiones tenemos suficiente con llegar al final de nuestra jornada laboral «vivas», y cuando llegamos a nuestras casas lo que queremos es «desenchufar», «desconectar» y relajar la mente y el corazón. Ojalá podamos y sepamos iluminar esas situaciones y que puedan ser descubiertas por aquellas que no saben o no quieren saber.

Un abrazo y hasta la próxima (espero que no pase demasiado tiempo).

Cayetanos

•noviembre 13, 2021 • 1 comentario

Cayetanos, Cayetanas… Nunca tendré entre las personas que acompaño alguien llamado así. Primero porque la gran mayoría viven en el sur de España (en Huelva viven 1’08 de cada mil o en Sevilla 0’81 de cada mil) y yo trabajo en el norte, pero eso no es la razón principal.

Esa imagen que tenemos de que son aquellas que se manifestaban en el barrio de Salamanca en Madrid o por la canción de Carolina Durante donde se describe más o menos esas personas o ese colectivo, o como describe Alvaro Cassares en tik-tok «Como ser un Cayetano Bien». Recuerdo con cariño la divertida película «El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo» de Santiago Segura y Javier Gutiérrez.

Bueno, a lo que voy, las personas con las que muchas de nosotras trabajamos seguramente se llamen Antonio, Carmen, Säid, Brian, Mireia, Javier o Mohamed y muchos otros nombres que podéis tener en mente.

Trabajamos, normalmente, con personas en exclusión o riesgo de exclusión. Y en ese ámbito es muy difícil que podamos encontrar un Cayetano o un Borjamari. En muchas ocasiones los nombres también definen el lugar de procedencia además de muchas más cosas, no siempre. Quizás esté prejuzgando o dando por supuesto algo que no es real, es una suposición; pero no creo que en las 3000 viviendas (Sevilla), San Francisco (Bilbao), San Blas (Madrid) o Ventanielles (Oviedo) encontremos una persona con esos nombres.

Los cayetanos o borjamaris cuando quieren dejar la droga van a una clínica privada, o estudian en colegios privados donde «no» existe el bullying o en esos mismos centros educativos no podamos ir a dar una charla de sexualidad o drogas o cualquier otro tema conflictivo, o sus familias son lo suficientemente amplias para poder acoger a quien queda solo y poder cuidar.

En fin, trabajamos con aquellas personas que no tienen o tienen escaso entorno familiar. Con aquellas que no tienen el suficiente dinero para ir a una clínica privada con grandes medios para una desintoxicación, que no es lo mismo que dejar la droga y cambiar de estilo de vida, algo que sabemos que no es tan fácil según que situación vital podeos tener alrededor. O estudian es colegios públicos de barrio periférico donde los casos de bullying, de abandono y otras situaciones es mucho mayor.

¿Estáis de acuerdo con esta pequeña reflexión? Gracias por vuestros aportes y comentarios que me ayudan a mejorar.

Hasta la próxima

•octubre 11, 2020 • Deja un comentario

Hace unos días moría una de las personas del lugar donde trabajo, este era de los que en ocasiones llamamos «históricos» en muchos de nuestros lugares de trabajo. Llevan muchos años compartiendo el espacio y el tiempo con nosotros, en muchas ocasiones ya se encuentran totalmente institucionalizados (eso es uno de los mayores problemas que tenemos en el trabajo de educador social, pero hoy no es el día para hablar de esto).

Esta persona en concreto llevaba más tiempo que yo trabajando allí, ya estaba enfermo desde entonces y a lo largo de los años el deterioro se va dando poco a poco. Sabes que en algún momento pasará aquello que nunca quieres que pase; pero somos finitos y en cualquier momento puedes encontrarte con la noticia.

Su deterioro ha sido grande en cuestión de unas pocas semanas. Pero en su momento se decidió que esos últimos momentos los pasase en casa, su casa; y por lo menos acompañado por aquellas personas que le conocíamos, y le habíamos cuidado en los últimos años. Son de esas cosas que ya sabes que te dará «más trabajo», pero lo humano es anterior a todo ello y que toda asistencia médica que necesitase se le diese en la casa. Que el resto de personas que viven en la casa pudiesen compartir con él ese tiempo.

Él no era demasiado consciente de lo que le estaba pasando, aunque algo intuía. Buscaba la mano del educador o educadora para una caricia, para un abrazo… en estos tiempos en los que tenemos «regulados o prohibidos» esos detalles de humanidad y que queréis que os diga, nosotros lo hacíamos, conversaciones con nosotros agradeciendo nuestro trabajo, que le hayamos ayudado y querido. Con eso es lo que yo me quedo, la tristeza de estos días, en los que estoy de vacaciones, se hace más llevadera al pensar en que le acompañamos, le quisimos, nos reímos…

Ahora viene la despedida de todas, su habitación se volverá a usar con otra persona, pero él siempre estará presente ya que formo parte de nuestro día a día durante mucho tiempo. Tendremos que acompañar al resto de personas de la casa, muchas de ellas están en situaciones similares y eso es nuestro día a día, pero en ocasiones se hace más difícil cuando el vínculo es más largo o fuerte (que se suele hacer con el tiempo).

Que la tierra te sea leve.

¡Eduso, todos somos contingentes, pero tú eres esencial!

•octubre 2, 2020 • Deja un comentario

He elegido una famosa frase, como otras muchas, y transformado un poco, de la famosa película «Amanece que no es poco» para titular este post en el EdusoDay2020 y como invitación del Col·legi d’Educadores i Educadors Socials de Catalunya a participar en el «Carnaval de Blogs».

Este año se ha elegido el lema «La Educación Social es esencial», y yo si que me lo creo.

En estos momentos que vivimos de tanta incertidumbre, de tantas opiniones de unas y de otros sobre lo mejor para hacer en solucionar los problemas que la pandemia está ocasionando a la ciudadanía, hemos podido descubrir la necesidad de una mejor gestión de los recursos públicos, de la importancia de una sanidad pública de calidad y con todos los instrumentos necesarios para dar respuesta a las necesidades básicas. Nos ha llegado de imprevisto, aunque también es verdad que hacía tiempo que en muchas ocasiones podíamos imaginar que una pandemia podría aparecer (yo solía pensar en una gripe que mutara de tal manera que ni vacunas y medicación podría con ella).

También hemos descubierto que la sociedad, mayoritariamente, es más vulnerable de lo que podríamos pensar. Que muchas personas están más desprotegidas de lo que hasta ahora pensabamos. Que se vive mucho «al día», y en ocasiones me pregunto si vivimos por encima de nuestras posibilidades o con poca capacidad de crítica o de mirada futura o lo que más puede preocupar es aprender del pasado.

Esta desprotección y situaciones tan complicadas que han venido derivadas por la pandemia, por su gestión y no hablo solo en nuestro país, también lo veo en muchos otros que se dicen progresistas o del primer mundo (no voy a entrar como está la situación en los países del sur porque ya entonces me pongo a llorar y no puedo seguir escribiendo). Descubro con tristeza que desde Marzo hasta hoy no han cambiado demasiado las cosas y en muchas ciudades y CCAA las cosas se siguen haciendo igual y sus carencias y las políticas públicas que se aplican hacen más palpables las diferencias y que lo que prima no es la ciudadanía (ni siquiera la economía de la ciudadanía), sino la economía de los que están perdiendo dinero al tener sus empresas cerradas o con pocas posibilidades de incrementar sus beneficios (y que eso a la vez significa que los más desprotegidos y con salarios y condiciones laborales peores salen peor).

Como Educadores/as Sociales no podemos mantenernos ajenos a todo esto.

Nuestras condiciones laborales son y siguen siendo bastante lamentables, sobre todo en programas de «infancia desprotegida», trabajamos más horas de las que establece la ley, con sueldos que difícilmente ayudan a vivir y donde demasiadas egresadas terminan tirando la toalla y dejando la profesión por la que han dedicado 4 años de su vida a formarse.

Porque sois muchas las personas que termináis cada año la titulación de Educación Social, que termináis con alegría, ganas y mirada a un futuro profesional que abarca tantas realidades, porque muchas lo que más quieren es aportar su granito de arena para transformar una sociedad que cada vez tiene más diferencias y más personas en vulnerabilidad. Posibilitar una mejor sociedad, una mejor calidad de vida en aquellos lugares y en aquellas personas que la administración pública en demasiadas ocasiones olvida o aparta ya que no son contribuyentes o no aportan nada.

Vemos como las residencias de la tercera edad, donde se prima lo asistencial y no la salud física y/o espiritual, y es aquí donde la educación social puede hacer mucho. Acompañar, estar, posibilitar una vida más digna dentro de las posibilidades de cada persona. Pero la destrotección ha quedado a descubierto.

Vemos también los centros de protección a la infancia y adolescencia donde muchas profesionales pierden la fe en la profesión debido a que están en malas condiciones laborales, lugares saturados por demasiadas personas atendidas y en que se tiene que atender con escasos recursos.

Y con todas esas situaciones seguimos trabajando, dando el «do de pecho», haciendo posible lo que en muchas ocasiones es casi imposible. La sociedad, y las instituciones públicas deben de darse cuenta de que somos esenciales, hemos de poder dar un servicio a las personas en todos los ámbitos. Si se nos mirase con una mirada de ser esencial con toda seguridad muchas de las situaciones de injusticia y de desprotección desaparecerían.

En fin no solo tenemos que vernos nosotras mismas como esenciales nos lo tienen que ver el resto de la sociedad con la que trabajamos y a la que servimos. Muchas más visibilidad, y conocimiento de lo que hacemos y posibilitamos. Porque una sociedad más justa y solidaria es posible y nuestra participación es básica y esencial para que eso pueda ser posible.

Capitan a posteriori

•abril 26, 2020 • Deja un comentario

La verdad es que todos somos capitanes a posteriori. Siempre que hacemos cualquier trabajo, si hacemos un análisis y nos fijamos en lo que hacemos encontramos pequeños errores; eso es lo que hace que mejoremos.

Que levante la mano quien le sale todo perfecto a la primera, sobre todo cuando es la primera vez. Cuando comenzaste a trabajar en el centro de menores o en la residencia o… y descubres la de cosas que no hiciste bien y lo que vas aprendiendo con la practica. Aún así nos solemos fiar de aquellas personas que llevan más tiempo en la institución, en el lugar de trabajo y esas mismas personas dirán que siempre es posible fallar.

Trabajamos con personas, las personas evolucionan, cambian, las realidades que tienen al rededor también. Es importante an_capitanaposteriori_d7f63805.jpgalizar todos los datos que tenemos (pero hay que tenerlo, y no siempre sabemos todo) para poder hacer la mejor intervención educativa posible.

También es cierto que siempre tenemos al compañero/a que lo sabe todo, que es perfecto o que nunca se equivoca… pero como siempre la sabiduría popular nos enseña todo «Quien tiene boca, se equivoca», y menos mal que somos humanos.

El tiempo, la experiencia nos da la sabiduría que hace que mejoremos en nuestras intervenciones y acompañamientos. Pero sobre todo tener en base que lo que me sirvió para Pepe, seguramente no me sirva para Juan y menos para Susana. Ahí es donde cobran importancia varias cosas:

  • Formación continua. Leer, escuchar, cursos…
  • Hacer reflexión y evaluación de cada intervención y de todo lo que vayamos haciendo.
  • Preguntar cuando dudemos.
  • Aceptar lo errores, y apuntar los aciertos.

En fin, compañeras y compañeros. Siempre seremos capitanes a posteriori, porque siempre sabremos que lo que hicimos, seguro que lo hubiéramos hecho de otra forma. Sobre todo cuando lo miramos con perspectiva y en positivo. Pero no por ello podremos criticar a aquellas personas que quizá comentan algún error, hemos de acompañar (tanto a compañeras/os, como con las personas a las que acompañamos), ayudarles a crecer desde la experiencia y dejar hacer, dejar fallar. Que cada uno sea protagonista de su propia historia, sin imponer y sin juzgar; solo acompañar y ayudar a leer.

Educación Social, una profesión de mierda… Volumen 2

•octubre 11, 2019 • Deja un comentario

La semana pasada escribía un post sobre cuidarnos y como nos afecta al trabajo estar hechas una mierda, vivir como una mierda, y pasar los días hechas una piltrafa… y con el tiempo podemos terminar mal.

Pero una de las grandes causas de que podamos estar hechas una mierda, unas piltrafas no es solo que nos podamos llevar el trabajo a casa y no sepamos descansar, diferenciar el trabajo de la vida diaria. Una de las causas de que podamos vivir de mierda son unos trabajos mal pagados, con horarios abusivos y con momentos en los que podemos quedar solas con un grupo de personas que supera nuestras posibilidades de hacer medianamente bien nuestro trabajo.

La disculpa de que nuestro trabajo es vocacional, que nos gusta, que incluso en ocasiones podemos estar haciendo un acompañamiento pasando algo de nuestro horario, no quiere decir que podamos vivir explotadas y en situaciones que podrían llegar al abuso.

Tengo que reconocer que no es el caso de muchas, pero si ya un porcentaje existe eso es denunciable. Pero los sindicatos callan, los colegios profesionales denuncian pero no son oídos ni tenidos en cuenta (sobre todo porque ni unos ni otros tienen suficiente apoyo por afiliados/colegiados; por lo cual es difícil tener capacidad de lucha)

Pero, es denigrante que nos tengan con unos sueldos no acordes con el trabajo que desarrollamos (salvo que trabajes para la administración y ya si eres realmente educador/a social me quito el sombrero). Las administraciones públicas se lavan las manos subcontratando servicios a entidades sociales o (pero todavía) a empresas. O entidades sociales que hacen trabajos que ni siquiera la administración pública ha pensado en hacer, les sale más barato contratara a otros para hacer «el trabajo sucio» y si la cosa sale mal la culpa siempre será de la entidad y no de la administración pública.

Así es compañeras y compañeros, tenemos un trabajo de mierda, insistimos en cuidarnos y saber desconectar… pero en demasiadas ocasiones son terceros los que hacen que la Educación Social sea una profesión de mierda.

Aún con todo…

Educación Social, una profesión de mierda…

•octubre 2, 2019 • 1 comentario

La verdad es que la participación este año en el «Carnaval de Blogs» que nos propone el Col·legi d’Educadores i Educadors Socials de Catalunya es un tema farragoso. Siempre nos dedicamos a decir que nuestro trabajo es precioso, vocacional, pero todas sabemos que después de una jornada laboral (en ocasiones de más horas de las que debieran ser) llegamos a casa hechas una mierda, cansadas, tristes, agobiadas, sin poder descansar, dormir y dándole vueltas a lo sucedido durante la jornada.

Es una mierda, una verdadera mierda. Y en demasiadas ocasiones no somos capaces de recuperarnos para al día siguiente volver al trabajo con alegría, ganas y buen humor… y esto se va acumulando. Además de tener unos horarios de mierda, un sueldo de mierda y con personas que en ocasiones no nos tratan bien o con cariño; aunque nosotras les devolvamos integridad, escucha, buen humor, cariño y preocupación.

De esto ya escribí anteriormente , pero seguimos igual. Seguimos teniendo un trabajo de mierda y una vida de mierda. ¿Porqué? Pues, porque no sabemos cuidarnos. Creemos que sabemos, pero no damos con la clave para hacerlo.

Cada persona es un mundo, y de eso creo que sabemos algo, y nosotras somos personas. Cada una tiene que dar con la clave para descansar, para poder ser persona cada vez que sale de trabajar (durante el trabajo lo somos, obviamente), pero recuperarnos y recuperar la batería. Creemos que la batería se carga sola, pero no tenemos carga solar, ni eólica (por ser cargas ecológicas). Dar con la clave es muy importante. Y lo siento, pero no voy a daros la solución, porque tampoco la tengo. Yo utilizo mis propias herramientas que se que a mi me sirven, pero no tienen porqué servir a otras personas.

Nuestra energía es nuestra fuerza. Debemos cargarnos de energía, para poder ser fuertes cada día en el trabajo con personas, que nos afecte lo mínimo posible esos horarios, esos sueldos, esos ratios, sobrecargas y otros aspectos que pueden desgastar y hundir.

Amigas y amigos, compañeras y compañeros. Puede servir hablarlo, compartirlo, escribirlo, sacarlo fuera de nosotras. No quedarse ya que eso es lo que desgasta nuestra energía.

Debemos ser fuertes para acoger las vidas de las personas con las que trabajamos, que ya tienen vidas duras, desgarradas, y complicadas para que las nuestras sean similares. Aprendamos a recargar, a vivir, y no a sobrevivir. Porque otras personas nos necesitan.

 

Días fructíferos

•febrero 20, 2019 • 1 comentario

Hoy ha sido uno de esos días en los que puedo dormir tranquilo, las cosas ruedan o quizás la frase que mejor refleja el día es «me encanta que los planes salgan bien».

Y no es que los planes del día hayan salido bien, sino que las cosas que han pasado a mi alrededor han sido buenas. Llevo muchos años con un proyecto de voluntariado de apoyo escolar con niños y niñas de primaria (de 4º a 6º) y es he de reconocer que es un lujo poder contar con chicos y chicas de bachiller y de universidad quieran dedicar un par de horas de su tiempo libre para ayudar a estos niños y niñas a realizar sus deberes, a responder dudas, e incluso a ver más allá. Y es aquí donde tengo que alegrarme del lujo de la cercanía, un voluntario/a con 2 o 3 niños/as puede darse cuenta de muchas cosas y hoy la voluntaria ha podido ver alguna dificultad en uno/a de los niños/as. Se lo trasladaremos a las personas responsables del centro y veremos como evoluciona; pero sobre todo lo que me alegro es que los voluntarios/as puedan ver más allá y no sean meros activos que solo hacen el apoyo escolar y nada más. Ojalá esto sirva para algo y el niño/a pueda resolver sus problemas escolares gracias a que alguien se fijó algo más de solo hacer los deberes.

Cuando volvía para casa, ensimismado en mis pensamientos y alegre por lo sucedido. Me fijé en un hombre que estaba sentado en el suelo con un tetrabrick de vino, pero en este caso no era un «hombre más», era una persona que hasta hace dos días estaba en el lugar donde trabajo y cuando salí el lunes por la mañana de trabajar no sabíamos nada de él. No me acerqué a él ya que no le vi en condiciones de poder hablar, llamé a mis compañeros de trabajo y les informé donde estaba y en que condiciones. Espero que sabiendo la situación podamos resolver las cosas lo mejor posible y con la prontitud necesaria. Esto es algo que suelo pensar mucho, ¿si me encuentro con alguna persona que pasó por mi centro de trabajo me acercaré a preguntar que tal está? ¿pasaré de largo? Yo creo que deben de darse las circunstancias más adecuadas para acercarme y una de ellas es que la persona esté en condiciones de responder e incluso de poder entablar una conversación, hoy no era ese momento pero creo que actué en consecuencia. ¿Vosotros/as que hacéis cuando os pasa algo parecido? Sobre todo con personas drogodependientes, transeúntes, o similares.

Debemos cuidarnos

•diciembre 13, 2018 • 1 comentario

Leo hoy con cierta tristeza un post de mi buen amigo y compañero Asier en su blog  y cuenta como llega la necesidad de parar, descansar, de estar mal.

Habla de olvidar nuestra propia salud, ya que debemos cuidar de otras personas. Es cierto que nos cuesta pedir una baja (yo reconozco que he llegado a ir a trabajar con algo de fiebre), que ponemos por delante la vida de otras personas a la propia. Y recordaba un post de hace un par de años que hablaba de lo vocacional y la necesidad de cuidarnos y de que nos cuiden.

Asier me da una nueva idea. Y es que en más ocasiones de las que nos gustaría no somos conscientes de que no estamos bien, de que no nos cuidamos. Ahí debieran entrar nuestros compañeros y compañeras, nuestras familias y que nos diesen esa palabra de aviso. No se como se funciona en el lo público, pero en el mundo de las entidades sociales deja mucho que desear el cuidado de los y las trabajadoras de lo social (y aquí quiero y debo incluir a todos los profesionales). La dificultad para sustituir a las personas que necesitan un descanso; incluso el poder disfrutar de descansos reparadores. Ahí debieran entrar los sindicatos para poder desarrollar un convenio que posibilite ese descanso, unos horarios dignos.

En el día a día dejamos pasar oportunidades de cambio mental, porque de lo que hablamos es de una «enfermedad» mental (entiéndase que lo pongo entre comillas).

También se me ocurría que al igual que en las huelgas existen una «caja de resistencia», quizás los colegios profesionales podrían posibilitar algo similar para sus colegiados/as (lo siento pero lo pienso solo para los colegiados/as y no para el resto, de algo bueno debiera servir colegiarse). Mirar por cada profesional, cuidar la salud mental y física de los y las profesiontireddude1ales. ¿Retiros o encuentro reparadores organizados por los Colegios profesionales?

Hemos de reinventarnos, cuidarnos y si no somos capaces de hacerlo nosotras mismas, que alguien nos pueda ayudar. El cansancio profesional es algo que se debiera tener en cuenta en las entidades, empresas de lo social. Y sobre todo a quienes dan el dinero para su funcionamiento, no solo se ha de pensar en las personas que se atienden, las personas que atienden deben estar bien para poder desarrollar un servicio eficaz y humano.

En fin, querido Asier y todas aquellas personas que hoy estáis en un mal momento vital. Tenéis todo mi apoyo. No sabría que deciros a cada persona, ya que cada una necesita algo diferente para curarse y cuidarse. Pero en ocasiones una buena cerveza o un café reconforta. Mucho ánimo, salud y educación social.

Cuando solo vale la pela

•noviembre 6, 2018 • Deja un comentario

Últimamente estamos descubriendo y nos alarmamos, cuando vemos la comida que se dan en algunos Hospitales o Residencias de Ancianos y podríamos seguir viendo en comedores escolares y/o centro de protección. Tanto públicos como privados y/o concertados.
Le echamos la culpa a la crisis, a la falta de dinero; pero lo siento no es esa la culpa, o por lo menos no la tiene por parte. Ya que no es solo en esos casos donde descubrimos el fracaso del sistema capitalista y económico por el que nos regimos en nuestra sociedad tan adelantada y conocedora de la realidad en la que vive.

En el día a día las familias nos solemos regir por el criterio económico, pero no siempre. No siempre elegimos lo más barato, fundamentalmente porque sabemos que eso al final sale más caro. Nos regimos por otros criterios, la marca, el lugar donde compramos, la confianza en el producto o en el lugar donde lo compramos; si es ecológico, si consume menos energía, si es más saludable. Solo en familias donde tienen que mirar más el dinero (que son muchas) se mira más la parte económica a la hora de hacer las compras y seguramente no en todo ya que priorizamos donde gastar algo más y donde mirar el precio.

Y, ¿porque no pasa lo mismo en las administraciones? Siempre que sale a concurso cualquier proyecto o cualquier gestión pública lo primero que se mira es el coste económico y el resto de la propuesta de quien vaya a concursar pasa desapercibida o se relega a un segundo o tercer plano (cuando solo se tiene en cuenta la «marca» y no lo económico también podemos tener un problema de prevaricación).

En lo que a nosotros nos toca creo que uno de los grandes problemas cuando optamos a una licitación o concurso público para llevar tal o cual recurso social ante empresas donde lo que prima es el beneficio siempre tendremos la peor parte. Las entidades sociales tiene que dar un producto digno, un servicio que ponga primero a la persona y que el o la profesional tenga un trato digno, unas condiciones laborales dignas y un sueldo acorde con ello. Pero eso las Instituciones Públicas no suelen tenerlo en cuenta y por un lado te quitan subvenciones o directamente en el concurso público la licitación de tal o cual recurso se lo lleva quien dice que lo hace más barato, en detrimento de las condiciones laborales, y de un sueldo digno.

Si tuviéramos un convenio digno, unos parámetros laborales marcados y donde no se puede bajar ni económicamente ni en condiciones laborales, todo el mundo saldría ganando. Las instituciones públicas, las entidades sociales licitadoras y sobre todo la persona a la que se le va a dar el servicio. Y aquí juegan un papel importante los sindicatos y los colegios profesionales que puedan regular nuestra labora profesional y a la vez que tengamos un convenio digno para que las instituciones públicas sepan a que atenerse a la hora de preparar un concurso público y las entidades sociales tener al personal con dignidad (que no todas lo tienen, aunque si una buena mayoría; pero muchas y conocidas tienen al personal en condiciones deplorables ya que no hay un convenio y en ocasiones ni siquiera el estatuto de los trabajadores está en la base del contrato).

Y ta